Al igual que los diversos deportes rurales vascos, los concursos de barrenadores también se encuentran enraizados en las actividades laborales, aunque en este caso, no vinculadas al mundo rural sino al minero.
El barreno es una herramienta en forma de barra de acero de diferentes longitudes y con uno de sus extremos en forma de quilla, que se utilizaba en la mina para horadar la roca con agujeros en los que se introducían los cartuchos de dinamita, los cuales, posteriormente, al ser explosionados desmenuzaban la materia prima minera.
La rivalidad existente entre las diferentes cuadrillas de mineros, en ocasiones aumentada por la pertenencia a distintas regiones de origen y, la mayoría de las veces, encendidas y avivadas en las cantinas y en los corrillos de las plazas y de los núcleos mineros, hizo de esta actividad laboral un deporte competitivo que sirvió para desahogue y entretenimiento de la olvidada y desatendida población minera a la vez que se convirtió en diversión favorita de los patronos y capataces, los cuales, interesados por las apuestas que se cruzaban en ellos los fueron promocionando y propiciando entre los trabajadores de las distintas empresas mineras y la población de los pueblos del entorno. La atención que despertaba este tipo de competiciones hizo que rápidamente se extendiesen por toda la cuenca minera, convirtiéndose en uno de los platos fuertes de la mayoría de los programas de fiestas patronales de finales del siglo pasado y comienzos del presente.
El barreno es una herramienta en forma de barra de acero de diferentes longitudes y con uno de sus extremos en forma de quilla, que se utilizaba en la mina para horadar la roca con agujeros en los que se introducían los cartuchos de dinamita, los cuales, posteriormente, al ser explosionados desmenuzaban la materia prima minera.
La rivalidad existente entre las diferentes cuadrillas de mineros, en ocasiones aumentada por la pertenencia a distintas regiones de origen y, la mayoría de las veces, encendidas y avivadas en las cantinas y en los corrillos de las plazas y de los núcleos mineros, hizo de esta actividad laboral un deporte competitivo que sirvió para desahogue y entretenimiento de la olvidada y desatendida población minera a la vez que se convirtió en diversión favorita de los patronos y capataces, los cuales, interesados por las apuestas que se cruzaban en ellos los fueron promocionando y propiciando entre los trabajadores de las distintas empresas mineras y la población de los pueblos del entorno. La atención que despertaba este tipo de competiciones hizo que rápidamente se extendiesen por toda la cuenca minera, convirtiéndose en uno de los platos fuertes de la mayoría de los programas de fiestas patronales de finales del siglo pasado y comienzos del presente.
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